Historias de una vida pasada.

Era un día lluvioso, yo acababa de salir a correr, como normalmente hago cuando estoy triste, aunque esta vez, la lluvia me venía que ni pintada para disimular mis lágrimas.
Llegados a la plaza de siempre, no aguanté más. Exploté y grité:
-¿Quién ha abierto un agujero en el cielo para que lloré sobre mi?- pregunté, llevándome las manos a la cabeza y tirándome de rodillas al suelo.
-Oh, venga tío, no seas exagerado.- Contestaste tú, al otro de la plaza.
Yo que no esperaba la respuesta de nadie me sorprendí, y miré a todas partes buscando tu voz.
-Bah, pensé que eras más fuerte.- susurraste en mi oído.
Me quedé sin aliento. ¿Hace cuánto que no escuchaba tu voz? Mucho, muchísimo. ¿Entonces? ¿Por qué sonaba tan nítida ahora? ¿Acaso estabas allí? Me giré lentamente para ver si estabas allí, pero no estabas, fue solo una jugarreta de mi imaginación. Simplemente una mala pasada.
-¿Qué me está pasando?- Grité, mientras tiraba mi gorra al suelo y me ponía en pie para salir corriendo de nuevo.
Tenía que huir de todo esto, pero, ¿cómo se huye de uno mismo?
Bah, pensé que eras más fuerte... aún retumbaba en mis oídos el dulce y meloso sonido de su voz que me envolvía no dejando que pensará en otra cosa, por esto mismo, iba tropezándome con mis propios pies corriendo lo más rápido que podía por las calles de mi pueblo, no es de extrañar que al final, cayera. Entonces el tiempo se ralentizo y todo empezó a dar vueltas, tanto afuera como dentro de mi, por fuera, creo que me tropecé con algún bordillo y empecé a girar en el aire, por dentro, me preguntaba, ¿por qué tuve que conocerte? ¿por qué me has hecho tanto daño? ¿qué te he hecho yo? Respiré, parecía que no avanzaba en mi caída, cerré los ojos, ¿dónde estás?, abrí los ojos
-No vales la pena.- Dijiste - En realidad, no vales nada.
Entonces el tiempo volvió a su sitio, caí al suelo, dándome contra algo en la cabeza y los dientes, y todo tomó un color rojizo y un sabor a metal. Y mientras cerraba los ojos en lo que esperaba que fuese la última vez que lo hacía escuché:
-No vales nada. No eres nada.-