-¿Dónde me has mandado, estúpida? -Gritó Az, sabiendo que nadie la escucharía.
Siguieron pasando las horas, pero Az no cayó a ningún suelo, sin embargo, cayó en el letargo del sueño y antes de que se diera cuenta, como todo el mundo, ya estaba dormida.
Cuando despertó Az estaba en una cama, pero... ¡aquella cama era demasiado grande para un humano! ¿Demasiado grande para un humano?
-¡Gigantes! Me has enviado con los torpes gigantes, ¿qué voy a hacer yo aquí? - Volvió a gritar Az - ¿Querías acaso que me encerrase en una cueva y no saliese nunca? ¿Eso es lo que esperabas?
-Calla, me molestas con tu voz chillona, niña.
Entonces, Az se dio la vuelta y vio a un hombre un tanto extraño. Tenía un larga barba negra, que le llegaba, en forma de pico, hasta el pecho. Sin embargo, las canas ya poblaban su cabeza. Era alto para ser un hombre, pero, ni por asomo podría ser un gigante. Vestía una túnica color azul marino, con estrellas estampadas en él (no os hagáis una idea equivocada, cuando digo estrellas estampadas, eran realmente estrellas que el hombre había recogido y cosido a su túnica) iba descalzo, aunque Az no llegase a verle los pies desde la cama, y tenía una nariz pequeña que se escondía debajo de dos ojos, que miraban un pergamino distraídos, eso era lo que más llamaba la atención del hombre: sus ojos, ¡Eran de color morado! Por lo que Az sabía esos ojos solo los tenían...
-¿Eres un mago? ¡Pensé que esto era la cueva de un gigante!- Dijo Az, en parte aliviada por no tener que tratar con los gigantes (en realidad, lo que no quería es que su "niñera" por así decirlo, hasta que creciera y pudiese vengarse, pues creedme si os digo que nunca olvidaría el odio que tenía, fuese un gigante, ¡imaginaos que se descuida y aplicase más fuerza de la debida en su pobre cabecita! ¿Qué iba a hacer ella siendo tan solo un bebé? Nada. No quería un gigante)
-Y pensaste bien, ¡cosa extraña en un bebé! Dime niña, ¿cómo te llamas?- Dijo el hombre, apartando por fin la mirada del pergamino y mirando a Az directamente por primera vez desde que hablaban.
-Supongo, que a falta de uno, podrías llamarme Az.
-¿Podría o debería?
-¿Disculpa?
-Has dicho que podría, lo cual implica que también podría no hacerlo, y seguir llamándote "niña" el resto de tus días, así que repetiré mi pregunta, ¿podría o debería?
-Deberías, deberías llamarme Az. Es mi nombre -Dijo ahora más convencida.
-Bien, Az serás llamada, pues. Yo soy Enigma el Mago negro. Y sí, debes llamarme así, sin abreviaturas, ni motes, Enigma, ¿entendido?
-¿Quién te crees que eres para hablarme a..
-¡¿Quién eres tú para cuestionarme?! ¿¡Acaso eres más ahora mismo que una recién nacida?! ¡¿Crees saber alguna manera de sobrevivir en ese cuerpo?! ¡Soy TU cuerpo hasta que no puedas moverte, soy TU alimento hasta que puedas conseguirlo, y soy TU señor hasta que abandones mis dominios! ¿¡Entendido!?- Dijo Enigma, y cuando lo dijo la temperatura del aire bajó alrededor de Az y empezaron a encendérsele las mejillas. Notaba que poco a poco perdía la capacidad de respirar... Se ahogaba... Necesitaba... aire...
El mago se tranquilizó entonces, respiró hondo, y con su espiración volvió el aire a Az.
No creáis que Enigma era malo, simplemente estaba asustado, "¿de dónde habrá sacado Bern esta niña? ¡No podemos hacernos cargo de ella!" Bern era el gigante dueño del túnel donde se encontraban Enigma y Az. Ahora mismo no estaba, porque había ido de viaje, en realidad no muy lejos, pero tardaría un par de jornadas en volver.
-Oh, maldita sea - dijo Enigma mientras se levantaba a coger una tetera que empezaba a pitar - este gigante gordo y patán tiene un don para escaparse de los líos. ¿Qué voy a hacer yo con una niña! Preferiría enfrentarme a una quimera antes que esto...
-Señor Enigma... si no es mucha molestia... yo... querría un poco de comida... - Pidió Az, aún asustada desde el último grito de Enigma.
-Sí, Az, en seguida prepararé algo de leche caliente... Y por tu bien, espero que no tengas que ir mucho "al baño" estos días.
Pasaron las horas y Az empezó a recuperar su natural soltura para hablar y preguntó al mago, el cual respondía gustosamente, sobre todas las preguntas que le habían quedado sin resolver:
-¿Dónde estamos? ¿Por qué he llegado aquí? ¿No deberías ser un gigante? ¿Estamos solos en esta cueva? -Dijo Az, aunque dejó una pregunta que más tarde realizaría.
-Bien, bien, me gusta que tengas curiosidad al menos, estamos en un túnel, no una cueva, al oeste de Ymral, la cuidad tortuga. Llegaste tú sola hasta aquí, podríamos decir que literalmente apareciste en la cama de Bern, puesto que esta es su casa, yo solo se la estaba guardando estos días, y sí, estamos solos tú y yo en el túnel, los gigantes son gente que se mueve en grupos por lo general, pero, Bern es, lo que podría denominarse, un gigante ermitaño.
-Oh... Entonces, intentaré no molestarte más mientras lees.
-En realidad no es ninguna molestia. -dijo Enigma encogiendo los hombros- Es más, estaba buscando alguna descripción de un ser como tú, pero, no encuentro nada.
¡Dios mío, todavía no sabéis como es Az! Pues, Az es... Bueno, Az es... especial. Pero no contaré más sobre su aspecto físico hasta que llegue el siguiente capítulo, cuando el gigante regrese, y las cosas empiecen a estar más claras.
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