Enigma no encontraba una descripción de algún ser como el que se encontraba durmiendo encima de la cama, y había mirado 10 veces en su ejemplar de "Especies mágicas terrestres", era el ejemplar más actualizado, contaba con todas las especies conocidas hasta el momento. "¿Quién, o mejor dicho, qué eres, niña?". La cabeza de Enigma no dejaba de dar vueltas a una idea que esperaba encontrar como falsa, sin embargo, cada vez que lo pensaba más sentido cobraba en su mente y más le aterraba.
Una descripción... ¿Y sí jamás había habido un ser como aquel en la tierra? Era una posibilidad.
Maldito Bern, "¿dónde estará? Espero que no haya ido a visitar a ese dragón "amigo" suyo". Enigma estaba harto de intentar explicarle al gigante que no existían dragones amistosos sobre la tierra, son seres aprovechados, tercos y, a su manera, malignos. Los dragones eran conocidos por engañar a los viajantes para que les dieran toda su comida, la verdad, no es muy difícil si mides doce metros de largo y sacas humo por tu nariz, aunque, claro, eso era lo único que hacían. Los dragones no escupen fuego, es un cuento que se inventaron los humanos (en opinión de Enigma, para fomentar aún más su miedo infundado), eran más bien como lagartos gigantes, además, detestan el sabor a humano, ningún dragón que se preciase comía humanos, pero claro, los idiotas que no estudiaban magia ¿cómo narices iban a saberlo?
-Oh, Bern, más te vale aparecer esta noche o te juro...
Enigma no llegó a acabar la frase, puesto que Az respingó en su cama. Al mago casi le da un ataque: "No te despiertes llorando... no te despiertes llorando..."
Az abrió los ojos y lo primero que vio fue el rostro... ¿asustado? de Enigma.
-Buenos días, Enigma- dijo Az, esbozando una sonrisa, porque pensaba comprender la situación.
-Uf, buenos días...- dijo Enigma, volviendo a respirar de nuevo- Qué ser tan fascinante eres, Az.
Az no supo si era un cumplido o un insulto, así que simplemente le devolvió la mirada.
Az, era un bebé no mucho más grande que uno de humano "uno de al menos tres meses", pensó Enigma. pero, era extraña, tenía una mitad del cuerpo blanca, brillante, casi cegadora, y la otra... la otra era negra azabache, el negro más negro que había visto nunca Enigma, que apenas le sobrepasaba las orejas hacia abajo, sí era uniforme y del mismo color, color rojo, rojo vivo y ardiente. Pero, lo que más le sorprendía a enigma, eran sus ojos, que eran de un color azul, claro como el día, hipnotizaban, y a su vez, sin saber muy bien por qué, sabía que de alguna manera, seguiría a la dueña de esos ojos hasta el fin del mundo si se lo pidiera.
-¿Crees que podrás decirme por fin, qué eres, Az?
Az inspiró hondo, ahí estaba la pregunta que llevaba esperando todo el anterior día, ¿qué es Az? Ni ella misma lo sabía, ¿era una Diosa? En ese caso, ¿sobre qué tenía control y cual era su labor? No, no era una Diosa, pero, tampoco era una estúpida humana, ni un mago, ni mucho menos un gigante.
-Supongo, mago, que podríamos decir que soy algo nuevo para este mundo, y ni yo misma sé qué, cómo o por qué soy.
"¡Oh, Dioses, lo sabía! Con mi suerte, ¿cómo iba a ser un ser normal? No podía ser un pequeño troll, o un duende, no señor, no, tenía que ser un... un... loquequieraqueseaeso." A Enigma le dieron ganas de arrancarse los pelos de cuajo, pero, aguantándose las ganas, preguntó a Az:
-Pero, querida, sabrás quienes son tus padres, supongo, con todo lo que sabes, ¿no?
Az, se estremeció. Sí, sabía quien era, al menos uno de sus progenitores. Conteniendo una lágrima respondió:
-Sé quien es mi madre, aunque el nombre o ser que es mi padre desconozco.
-Bien, bien, dime pues, ¿quién es tu madre?
-Mi madre, mago, es Catástrofe, diosa del caos y los sentimientos. Soy Az, desterrada del castillo de los dioses en el cielo y mi plan es: vengarme.
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